Ayer y hoy con la misma autora. Aki Shimazaki. Novelas cortas.
Hôzuki, la librería de Mitsuko. Luna Llena.
Cuando he despertado a L se las he explicado.
La autora y yo nacimos en el 54. Una coincidencia que me alegra.
Me ha gustado leerla. Voy a empezar El quinteto de Nagasaki.
La lectura de autores y autoras japoneses encaja en mi momento lector.
Ese presente que transcurre a lo largo de la narrativa que intercala el pensamiento que rememora sin pausa. Esa permanencia que une pasado y presente fue lo que me sorprendió gratamente con la primera de las lecturas.
Fui invitada por un vídeo en tiktok. Sigo la corriente sobre lecturas.
Me gusta, especialmente, la narrativa introspectiva que no se enmascara en demasiados detalles.
Cuando leo un texto adornado de lo que diría es paja que recarga su volumen, suelo pasar por encima de esas descripciones que dibujan aquello que prefiero imaginarme.
Soy más bien sintética.
La concreción me deja espacio a mi visualización mental.
Bastan pocos detalles.
Tsubaki (camelia)
Aquí en Vigo las camelias están presentes.
Miami (matrimonio pactado)
En las tres novelas se nombra esa tradición de matrimonios concertados.
Suena curioso desde una perspectiva propia, en que se tiene en cuenta un proceso de conocimiento y enamoramiento.
A la abuela de mi madre, mi bisabuela, la casaron. Tenía catorce años. Se contaba que en el convite se bajó a la calle a jugar a pitos (canicas). De ella se alababa su capacidad partera. Las muchas virtudes que la adornaban.
Mi abuela Carmen, su hija, firmaba con una cruz. No daba valor a escribir, ni leer. Sus muchos conocimientos eran prácticos. A ella, parece que también la casaron. No tenía mucho interés por el matrimonio. La escogió la suegra de mi abuelo, viudo con dos hijos.
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