Textos sin pretexto

 Ausencias  Todo aquello que ocurre en la distancia, traído a la pantalla. Del tiempo pasado recuerdos descansan. Del tiempo presente la mente enmascara. No hay ser en el tiempo. Ausentes.

 DEP Recordaré entre la neblina esos versos en pantalla. Pausa y voz. Gesto. Empuñadura de bastón selecto. Nos iremos yendo. Eslabón nuevo. Tiempo nuestro. Maestro de voces y silencios. Leer tus versos es escuchar tu voz. Será que cerramos el ciclo. Ahora tanto ruido.

 Puedo suponer Puedo suponer un tiempo en el no estaré. No acertaré. Todos mis anclajes pasados me impiden suponer lo que habrá cuando yo no tenga ser en esta realidad. De niña soñaba el fin del mundo como una iluminación inmensa que todo lo cubría. Lo veía llegar desde el punto de fuga de la carretera que hoy tapan edificios construidos entre ese ayer y hoy. Mis fantasías de algo se alimentarían. Recuerdo que lo vivía como pesadilla y me aclamaba a mi mamá. Si me dormía vuelta de cara a la pared, me parecía quedar expuesta. Me daba la vuelta y confiaba. Unas imágenes psicodélicas luminosas y de colores vivos me asustaban en esos sueños de infancia. No recuerdo qué era lo que me calmaba. Mamá venía a mi llamada. La puerta de su habitación estaba frente a la mía. Las dos puertas custodiaban la de entrada. Esa no me preocupaba. Viví una infancia confiada. No puedo decir que hubiera imágenes prestadas del cine, porque estaba en los inicios de la segunda mitad del siglo veinte. Ni cine ni

  Ayer y hoy con la misma autora. Aki Shimazaki. Novelas cortas. Hôzuki, la librería de Mitsuko. Luna Llena. Cuando he despertado a L se las he explicado. La autora y yo nacimos en el 54. Una coincidencia que me alegra. Me ha gustado leerla. Voy a empezar El quinteto de Nagasaki. La lectura de autores y autoras japoneses encaja en mi momento lector.  Ese presente que transcurre a lo largo de la narrativa que intercala el pensamiento que rememora sin pausa. Esa permanencia que une pasado y presente fue lo que me sorprendió gratamente con la primera de las lecturas. Fui invitada por un vídeo en tiktok. Sigo la corriente sobre lecturas.  Me gusta, especialmente, la narrativa introspectiva que no se enmascara en demasiados detalles. Cuando leo un texto adornado de lo que diría es paja que recarga su volumen, suelo pasar por encima de esas descripciones que dibujan aquello que prefiero imaginarme. Soy más bien sintética.  La concreción me deja espacio a mi visualización mental. Bastan pocos

  Les regalamos el alma sólo por ver nuestro reflejo en su espejo. Aquí venimos como moscas a la fruta madura. Dejamos huellas que verán aquellos que buscan nuestra mirada aprobatoria. Si escribimos, si leemos. Si lloramos, si reímos. Si buscamos imágenes que subir a estos medios en pantallas. La apariencia de las sombras es su reflejo. Contadores de visitas y buenas palabras. Somos el producto gratuito de este mundo narcisista.

  No tengo futuro. No tengo presente. Me queda mirarme y buscarme en la mente. Ayer. Hoy. El día transcurre. Siempre es instante.

  La muerte no importa. La vida tampoco. Soy instante en el pensamiento. Dejaré de serlo.

  Hay días secos de palabras. Huecos en el alma. Silencios abiertos al abismo. No son permanentes. Se diluyen en el tiempo que pasa. Permanecen en la quietud inquieta que los amansa. Lluvia en las calles. No tengo palabras. Mi cuerpo me reclama. Euforia de ayer. Ignoraba. Me duelen sentidos. Primavera. Alergias.

 Mente La mente construye espejismos hilados por un lenguaje colectivo.

 Infancia  No idealices la infancia. Allí llorabas. Allí sufrías. Allí te sentías menos,  por no tener lo que otras tenían. Renegabas de tu condición. Hubieras salido si se te hubiera permitido. Rompiendo raíces y negándolos. Se reían e insultaban. Estuviste menospreciada. Brava te enfrentaste como pudiste. Eras aquella que no encajaba. No lo llorabas. Rabiabas. Te aislabas. Intentabas vestirte de ese traje que no ajustaba. Aprendiste el disimulo callada.

Habito mis silencios. Me habito en mí. Soy única. Cada ser se habita en sí. La existencia es resistir la tendencia y seguir. El cuerpo. La mente. El ser de si.

Mirar atrás no es voluntad ni imposición, es un chispazo casual que activa la mente de un presente capaz de figurar sobre aquello que no se pudo observar, porque para ver se tiene que mirar.