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Recordando

 Estudiaba. En ese tiempo tuve un amigo. Recuerdo que una de las cosas que compartimos fue la poesía. Nos leíamos lo escrito.

Ángel. Miraba a los ojos. Dejó de hacerlo.

No recuerdo cuando nos encontramos de nuevo. Me dijo que lo evitaba por no inquietar. Creo que entonces se había emparejado, o casado.

Era de uno de los primeros pueblos de la montaña.

Ayerbe. Allí unas tortas de huevo. De niña íbamos con mi padre a la feria de ganado. Allí me llevó mamá para que me arreglara el hombro un curandero.

Había sido descolocada la clavícula cuando al ver un coche que me atropelló extendí mi mano derecha para pararlo, el impacto me levantó por los aires. Dijeron que caí con las faldas abiertas como un paraguas. Debían ser plisadas.

Dijo el curandero que si hacía lo que los médicos decían habría roto el hueso. Manipuló y recomendó unos ejercicios.

Fuimos en tren. He pasado muchas veces por allí con el canfranero.

Dada mi amistad con mi compañero se acercaron a mí dos compañeras que ganaron mi amistad. Una de ellas tenía interés por él. Fui el medio de acercamiento.

Una de ellas era de Bielsa. El tiempo me la devolvió de alguna forma. Su hija hacía prácticas en mi escuela. Me hizo llegar unas fotos impresas de cuando fuimos a Deva.

No recuerdo con claridad sus nombres.

La interesada por Ángel era huérfana de padre. Su hermana era la profesora de matemáticas. Estudiábamos en la escuela Normal, transformada a escuela de profesorado de EGB.

De COU a Magisterio hubo un par de compañeras, Inés Sovella y Mercedes Serrano. Inés era montañesa. Una vez se encontró con uno de su pueblo. No les entendí. Su fabla creo era el patués.

En el curso que estudiamos juntas solíamos formar grupo con dos compañeros. Íbamos a tomar un vino después de clase. Fue camadería. Yo tenía al novio fuera, haciendo la mili en Pineta. Allí aprendió a esquiar. Pepe, cuando estaba, me iba a buscar a la salida de clases.

Nuestra relación se rompió después. Cuando me quiso introducir al esquí. 

Rompí yo. Hubo celos. Me vi desplazada. No quise volver a subir los domingos. Él fue sin mí.

Por otra parte, yo empecé a salir de la relación. Amistades. Compañeros y compañeras. Atracción. Desperté a otros deseos. Busqué otras compañías. Mis gustos y los de él empezaron a no coincidir.

Él ya no estaba tanto por mí.

El segundo año de magisterio fue el cambio. De segundo a tercero mudé. 

Justino y yo nos carteamos ese verano. Nos encontramos en la calle, en las fiestas. Me fui con él. Dejé de lado a unas chicas con las que empezaba a salir. Creo que no volvieron a querer saber nada de mí.

Ese día se destapó algo. Le gustaba y me gustaba. Se quejó de ser muy bajo. Cuando recuperamos el carteo hubo desencuentro. Tal que en tercero no nos hablábamos. 

Hubo una cita. El mismo día con tres. Elegí a uno. Pascual. Habíamos ligado en su pueblo. 

Tuve mi primera penetración con él. 

Los fines de semana nos solíamos encontrar. Íbamos en un coche. Éramos las parejas que nos reencontrábamos.

Tocaba dormir. Yo con él. No lo pensé. Lo acepté. Fue mi primera vez. Hasta entonces no pasaba de toqueteos y magreos.

Tenía 21 años. Legalmente mayor de edad.

Con mis padres andaba en conflicto. Llevaban mal que dejara el noviazgo de años. Sin embargo lo superamos. 

Con 22 años empecé a trabajar.

Pascual me consiguió el primero, en Gavá, en educación especial.

De ese me fui porque no me pagaban. Estuve viviendo con lo que él me iba dejando.

Después de Navidad pasé a un colegio de Barcelona, de la zona de Vilapiscina. El segundo año, llevando un cuarto curso, Justino entró a trabajar allí. Tuve que introducirlo al sistema educativo. Se me encomendó a mí. Inevitablemente tuvimos que hablar.

Creo que ese día nos tomamos una cerveza al salir.

Otro día quedamos. Con él y un amigo. Con su amigo me reencontré. Justino se había casado con su hermana. No tenían hijos.

Aquel día, después de ir con ellos, los dejé plantados parando un taxi.

Pascual estaba en Canarias haciendo un trabajo.

Hubo otro momento de reencuentro. El último. 

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