Los zapatos
Miraba escaparates y visionaba el posible en el cambio de estación. Entrar a esa zapatería, decidida a probar y llevarme el que en mi pie me resultara. Olores únicos. De piel y tinte.
No había abundancia. Era un par de zapatos por temporada. Crecíamos. Los de la temporada pasada no servirían.
No recuerdo que me calzaran con un número mayor.
Hoy en día no llevo zapato, uso bambas. Por comodidad.
En mi adolescencia aspiré a llevarlos con tacón.
Hoy calzo de pie llano.
Mi cadera lo agradece.
He dejado de mirar con asiduidad esos escaparates. Voy cuando por su uso necesito renovar.
De niñas nos poníamos una piedra debajo del talón para simular los tacones de las mujeres de mi barrio.
Sus zapatos me llamaban la atención.
Casi siempre, los primeros días sufría rozaduras. Había que hacerse a ellos, o adaptarlos al propio pie.
Malo es calzar el zapato que modeló otro pie.
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